Silvia Castillo, periodista
28 junio, 2021

Para el presidente del Instituto Ciudadano, Gustavo Araya, los partidos políticos son la causa de lo malo o lo bien que le vaya al país, institucional y democráticamente.

Esa enorme responsabilidad hace que cualquier persona se cuestione, ante una situación crítica como la que vive hoy Costa Rica, económica y socialmente, en qué están fallando las agrupaciones políticas.

Araya, politólogo y máster en Comunicación de la Universidad de Costa Rica (UCR), cree que los partidos políticos dejaron de hacer tres funciones: abandonaron la formación de cuadros de dirigentes, la creación de plataformas programáticas, y la vinculación y canalización de las demandas sociales. Eso llevó a que “los partidos políticos están absolutamente desdibujados y eso no enamora”.

PolítiKAS en línea entrevistó a Gustavo Araya el 9 de junio pasado y estas son parte de sus respuestas.

¿Cómo volvemos a enamorar a los costarricenses con la política?

Esta pregunta tiene dos grandes columnas vertebrales, una que responde a la dimensión institucional y otra que responde a la dimensión cultural.

En la institucional, las personas no se motivan a participar si ven que su participación no tiene un correlato con una prestación de servicio o una prestación de favorabilidad de parte de la institucionalidad. Un ICE que las personas perciban que no lo está haciendo bien, una Caja Costarricense de Seguro Social donde la persona no se sienta bien atendida… Las personas tendemos a tener una mala valoración de la institucionalidad y consideramos que nuestro voto, nuestra participación no tiene sentido, porque para qué votar sí de todas maneras esto no funciona y el estado no me sirve. Hay varios casos que he venido siguiéndoles la pista en donde la gente dice no solamente no voto, sino que yo motivo a que la gente no vote. Hay una parte de la población que considera que hay una suerte de penalidad. Ocuparse de la política es feo, malo, sucio, corrupto, entonces si participo es porque le estoy dando pie a que haya corrupción.

¿Cómo enamorar? Bueno, pasa un poco por el buen funcionamiento del aparato institucional. No podemos pensar en una sociedad que esté contenta con su democracia, que convoque al funcionamiento de esta, si efectivamente no funciona bien. Esta es la tarea más complicada porque no depende necesariamente del partido político de turno.

Una capa de la institucionalidad tiene que ver con los partidos políticos y hay estudios, incluso textos como “Cómo mueren las democracias” (Steven Levitsky y Daniel Ziblatt) que hablan de que la democracia no muere en un gran y estruendoso golpe como sucedía antes, un golpe de estado, una dictadura, una guerra. No, la democracia muere sistemática, paulatinamente. No nos estamos dando cuenta de cómo se nos está yendo la democracia y de que efectivamente la otra gran parte de la institucionalidad radica en los partidos políticos. ¿Cómo enamorar a las personas para que participen en política? Bueno, con los partidos políticos.

¿Qué deberían hacer los partidos políticos para lograrlo?

Los partidos políticos son la causa de lo malo o lo bien que nos vaya, institucional y democráticamente. Los partidos dejaron de hacer tres funciones. Los partidos tenían como función principal formar cuadros dirigentes, tenían institutos de formación. En Liberación Nacional existía el Instituto de Capacitación Política Rodrigo Facio, en la Unidad Social Cristiana existía el Instituto de Capacitación y Estudios Políticos (ICEP). Además, la Fundación Friedrich Ebert y la Konrad Adenauer se han preocupado por formar a las personas, pero ahora no hay materia prima para hacerlo de la mano de los partidos políticos.

Esa parte la han ido dejando. Hay gente que dice “es que no hay líderes ni lideresas”. La causa radica en que los partidos políticos abandonaron esa función.

El segundo punto es que abandonaron la creación o de la gestión de plataformas programáticas, labor fundamental para un partido político y para enamorar a la gente, ¿por qué?, porque de ella deviene cuál es mi visión de país. Si yo le cuento a la gente qué tipo de país estoy pensando, se adhiere a mí, no por el color de la bandera, no por las pasiones humanas, ¡no!, se vinculan por un tema de ideas.

Esas grandes líneas se dejaron de hacer. Salvo los extremos que uno puede encontrar en un Movimiento Libertario o en un Frente Amplio, el resto de los partidos políticos están desdibujados, la ciudadanía no sabe cómo antes, qué pasaba si se elegía a la Unidad Social Cristiana, qué pasaba si se elegía a Liberación Nacional. Costa Rica se acostumbró a vivir en ese centro ideológico balanceado, con esa alternabilidad en el poder que de alguna manera nos hacía proyectar un país con modificaciones ligeras, pero una Costa Rica central, inclusiva, con una columna vertebral de atención social impresionante, modelo en América Latina, con un mercado pujante que si no lo asumía el sector privado lo asumía el sector público. Pero, hoy los partidos políticos están absolutamente desdibujados y eso no enamora.

El tercer elemento es la vinculación o la canalización de las demandas sociales que eran importantes en los partidos políticos. Ejemplo clásico Liberación Nacional, que tenía cuadros de juventud, de mujeres, cooperativismo, sindicalismo, solidarismo, empresarial. Vivía en un eterno proceso de diálogo, de canalización y de vinculación con los diferentes sectores nacionales. Entonces no había que hacer mesas de diálogo para saber qué pensaba el sector empresarial, porque estaba ahí, en las filas liberacionistas, o en las filas de la Unidad Social Cristiana.

En términos culturales, ¿qué ha pasado? Esta es la segunda gran columna vertebral del desencanto.

La persona que se mete en política automáticamente tiene un rótulo sobre su cabeza que dice corrupto. Hemos pasado a un tema en el que los medios de comunicación han colaborado de manera masiva, sistemática, permanente, con el descrédito de la participación política, y todavía más, de la participación pública.

También las redes sociales han venido a cumplir un papel degradante de lo político. No más usted entra en la función pública, usted es participante de un partido político, lo tildan desde “foca” (que todo lo aplaude) hasta “perico” (liberacionista), pero denigrante, o “pega banderas”. Se lo puedo decir con todo el irrespeto y la irresponsabilidad, porque nadie se hace responsable de sus palabras.

Aquí tenemos discusiones con un nivel de desconocimiento absoluto porque culturalmente la sociedad costarricense acostumbra, pareciera en algunos casos, a insultar antes que a informarse.

Los contenidos publicados expresan la opinión del autor y autora, y no necesariamente la visión de la Fundación Konrad Adenauer.

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