Silvia Castillo, periodista
22 abril, 2021

Trabajó quince años fuera de Costa Rica, pero siempre al tanto de lo que acá ocurría. Ahora, en sus giras por varios cantones, escucha a muchos costarricenses decir que la política es algo “sucio” en lo que no quieren involucrarse, convencidos de que los funcionarios públicos solo buscan el beneficio propio. “Existe mucho desencanto y cinismo”…

Eso le preocupa mucho a Juan Carlos Hidalgo, aspirante a diputado por San José por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) porque “tiene repercusiones muy serias para la democracia”. Hidalgo dejó su trabajo como analista de políticas públicas sobre América Latina en el Cato Institute en Washington D. C. y regresó al país el año pasado.

Con un máster en política y comercio internacional, no duda que el mayor desafío político de Costa Rica es el desencanto que existe en un segmento de la opinión pública. “Esto es caldo de cultivo para el populismo, es caldo de cultivo para los mesianismos políticos, que también a su vez son muy nocivos para la institucionalidad democrática de un país. Ningún país alrededor del mundo es inmune a esto”, sentenció.

Hidalgo nunca estuvo involucrado en política partidaria, ni había aspirado a un puesto de elección popular hasta ahora que sale a la calle a pedir votos y les pide a las personas que confíen en la propuesta que él está planteando.

Firme creyente del principio de subsidiaridad, considera que “la mejor política social que puede tener un país es una buena economía, una economía de alto crecimiento económico y que genere empleo”.

Está convencido también de que el sector privado es el llamado en primera instancia a resolver los grandes desafíos que tiene Costa Rica en materia económica y social. “El Estado se beneficia de un sector privado vibrante y llena los vacíos que ese sector privado deja en materia social. Yo creo que esa es la combinación perfecta”.

PolítiKAS en línea entrevistó a Juan Carlos Hidalgo el pasado 19 de marzo y estas fueron sus respuestas.

¿Se considera un político diferente a los políticos tradicionales ¿Por qué?

Ciertamente no soy un político tradicional, nunca he estado involucrado en política partidaria, sí tuve un paso por otros partidos políticos anteriormente incluyendo el Partido Unidad Social Cristiana, pero nunca he aspirado a un puesto de elección popular. Esta es la primera vez que me toca ejercer este derecho y este privilegio que es salir a la calle y tener que pedirle a la gente que me dé el voto y que confíen en la propuesta que les estoy planteando.

Claramente hacer política es todo un reto, uno se enfrenta con gente muy avezada tanto a nivel de política nacional como de política local, y esto para una persona nueva involucra todo tipo de retos. Es un ejercicio que estoy disfrutando muchísimo. Donde quiera que yo voy estoy recibiendo una buena recepción y parte de las cosas que yo le estoy diciendo a la gente es precisamente eso. Recientemente uno de mis colaboradores en uno de los cantones que estoy trabajando me dijo: “no le diga a la gente que usted es un novato en la política” porque les he estado diciendo eso: “yo no soy un político tradicional” y me dice mi colaborador: “no le diga eso a la gente porque la gente va a creer que usted no tiene experiencia”.

Lo cierto es que existe mucho desencanto, existe mucho cinismo allá afuera hacia la política tradicional y creo yo que ese es uno de los puntos que debo enfatizar. No tengo experiencia en política tradicional, esta es la primera vez que participo, pero sí traigo mucha experiencia en cuanto a política pública, que es a lo que me he dedicado en los últimos 14 o 15 años de mi vida. Entonces esta combinación la estoy perfeccionando. Sin duda alguna estoy disfrutando mucho el ejercicio de tener que hablar con la gente y conocer sus preocupaciones, sus problemas y tratar de pensar soluciones, tanto a los problemas nacionales que es algo a lo que me he dedicado muchos años, pero también empezar a ver cómo se resuelven situaciones más específicas a nivel comunal que también impactan de gran manera la vida de las personas.

Se publica mucho sobre los desafíos económicos de Costa Rica. Desde su punto de vista ¿cuáles son los mayores desafíos políticos?

El mayor desafío político sin duda alguna es ese desencanto que existe en un gran segmento de la opinión pública hacia la función política, yo lo estoy viendo de primera mano. Refiriéndome a lo que hablábamos anteriormente, uno hubiese pensando que el renunciar a un trabajo en el extranjero para venir a involucrarse en la función pública acá, responder a ese deber cívico, a ese llamado cívico que tenemos para participar y ofrecer soluciones, habría sido visto de una manera generosa por mucha gente, pero más bien estoy encontrando a muchas personas que dicen este carajo viene a ver qué saca de la función pública.

Es que ya existe esa percepción muy generalizada lamentablemente de que la función política, que la función pública es donde la gente va a buscar el beneficio propio. Esto tiene repercusiones muy serias para la democracia. Nosotros podemos ver, ya ni siquiera en los países del vecindario latinoamericanos sino también incluso en países desarrollados, que cuando existe un desencanto hacia la función pública, existe un desencanto hacia la clase política, pues esto es caldo de cultivo para el populismo, es caldo de cultivo para los mesianismos políticos, que también a su vez son muy nocivos para la institucionalidad democrática de un país. Ningún país alrededor del mundo es inmune a esto.

Nosotros por ser la democracia más antigua de América Latina no debemos pensar que somos ajenos a populismos autoritarios, ya hemos tenido episodios, llamados de atención en los últimos procesos electorales a los que tenemos que ponerle mucho cuidado. Entonces uno de los grandes retos políticos que tenemos como país es tratar de limpiar la imagen que tienen los políticos y esto requiere que mucha gente que actualmente ve a la política como algo sucio, como algo en lo que no quiere involucrarse, se involucre.

No hay sillas vacías en la política y si uno se queda en la casa quejándose, berreando como decimos en Costa Rica, y no hace algo, eso no va a cambiar absolutamente nada, la misma gente de la cual uno se queja va a seguir ocupando las instancias de toma de decisiones y por eso que me alegra mucho eso sí ver la gente que me está acompañando en este viaje a nivel cantonal, la gente que se está arrimando para decir “yo quiero ayudar”, mucha gente que no ha participado anteriormente en política, pero que entiende que si no nos involucramos las cosas no van a cambiar y que este cinismo generalizado hacia la política electoral no va a resolver nada y no es saludable para el futuro de la democracia del país.

¿Qué hay que hacer para que haya nuevos liderazgos políticos?

Involucrarnos. Si no existe ese deseo de nuevas figuras por involucrarse pues la gente que ya tiene muchos años de estar medrando, ocupando cargos públicos, van a seguir ahí. El incentivo para que esta gente se haga un lado es nulo. Ahora bien, dependiendo de los partidos políticos las barreras de entrada son distintas, verdad. Yo siento que en el partido Unidad Social Cristiana las barreras de entrada son bajas en el sentido de que los procesos internos son 100% democráticos y nada más requieren de la voluntad de la gente de querer participar y crear sinergias con otros actores que comparten esa necesidad de que haya un cambio.

Pero esa es la condición sine qua non, los nuevos liderazgos. Que la gente joven entienda la necesidad de renovación, pero no es una renovación simplemente etaria, no es simplemente de gente con una edad menor, tiene que ser una renovación también de ideas, tiene que ser una renovación de actitud, hacia la función pública porque hemos visto también en los últimos años que la gente joven trae las mismas mañas que la gente a la que viene a reemplazar y eso no soluciona absolutamente nada. Tiene que ser no solo una renovación de edad sino también una renovación de actitud hacia la política, actitud hacia la función pública y por supuesto de las ideas porque las ideas eventualmente son las que se traducen en políticas que es lo que termina impactando la calidad de vida de la gente.

¿Cuál es el modelo de Estado que requiere la Costa Rica del siglo 21?

Necesitamos un Estado mucho más ágil y mucho más eficiente y mucho más concentrado en brindarles servicios de calidad a la población costarricense. Yo creo que los diagnósticos sobran en nuestro país. Tenemos un estado, un sector público anquilosado, un sector público ineficiente, un sector público que es bastante oneroso, quizás los diagnósticos más comprensivos que hemos tenido en los últimos tiempos son los que ha elaborado la OCDE, principalmente en el informe que nos dio en el 2020 el cual abrazo casi en su totalidad.

Efectivamente tenemos un estado en que se ha creado una dinámica donde muchas instituciones se volvieron en fines en sí mismos, en donde tenemos una burocracia bastante cara y somos el país de la OCDE, o cuando ya nos incorporemos formalmente a ese grupo, seremos el país de la OCDE que destina por mucho el mayor porcentaje de sus ingresos tributarios a la remuneración de sus empleados públicos, lo cual no es sostenible. También tenemos un sistema, un aparato público, pero no solo público sino también legal, en donde se han legalizado los privilegios y se han legalizado los abusos del contribuyente y los usuarios de servicios públicos costarricenses.

Sí se requiere una reforma estructural profunda en muchas áreas para que el estado costarricense sea un estado que no obstaculice el desarrollo, que también brinde servicios de calidad a la población costarricense. Vemos, por ejemplo, en los últimos 15 años el nivel de recursos que estamos dedicando a educación, a justicia, a salud, ha aumentado de manera vertiginosa pero la calidad de esos servicios no ha mejorado y en algunos casos está empeorando. Ahí claramente tenemos una situación que merece ser corregida y que no se va a corregir con medias tintas.

Por eso es que yo insisto en que es tan necesaria una discusión abierta, una discusión franca, con la gente, con la opinión pública, para que entienda la naturaleza del problema. Si la gente no lo entiende difícilmente va a estar de acuerdo con las reformas estructurales que se requieren para corregir los problemas que venimos arrastrando y que explican en gran medida el hecho de que los principales indicadores sociales y económicos del país en la última década se hayan deteriorado.

¿Cómo es ese concepto de Estado subsidiario, Estado promotor del emprendimiento privado entendido este último como la democratización de los medios de producción?

Es un principio cardinal de la carta socialcristiana a Costa Rica y es el hecho de que el Estado debe llenar los vacíos en donde el sector privado no pueda ya sea porque no tiene la capacidad o no tiene la voluntad de brindar servicios o brindar garantías o calidad de vida a la población nacional, entonces el Estado viene a llenar esos vacíos y para eso se requiere un Estado. Es un principio de subsidiaridad ¿qué quiere decir? que en primera instancia se permite que el sector privado sea el que intente brindar servicios, que el sector privado sea el que intente llevar calidad de vida a la gente y en aquellas situaciones en donde no se puede o el sector privado no está interesado en hacerlo, ahí sí el estado entra de lleno con los distintos programas que debe tener.

Yo soy de la tesis, y creo que es una tesis consistente con el principio de subsidiaridad, de que la mejor política social que puede haber en un país es una buena economía, una economía de alto crecimiento económico, una economía que genere empleo. Ricardo Jiménez decía en los años 30 que el mejor ministro de Hacienda es una buena cosecha de café, pues bueno, efectivamente ese principio sigue siendo válido.

La mejor reforma fiscal o el mejor programa de combate a la pobreza es una economía de alto crecimiento y podemos verlo en un ejemplo muy práctico.

Entonces, vemos que una economía con un alto crecimiento sirvió para bajar la pobreza porque se estaba generando empleo, porque el desempleo era apenas del 6% en ese entonces, pero también sirvió para que el Estado tuviese mayores recursos para hacerle frente a las necesidades de la gente. No es una cuestión de que si el Estado va a tener más recursos se tiene que hacer a costa del sector privado ni viceversa.

Principio de subsidiaridad, el sector privado es el llamado en primera instancia a resolver los grandes desafíos que tenemos en materia económica, en materia social y el Estado se beneficia de un sector privado vibrante y llena los vacíos que ese sector privado deja en materia social. Yo creo que esa es la combinación perfecta y es donde yace el secreto de por qué la carta socialcristiana Costa Rica presenta la hoja de ruta más apropiada y acorde con lo que ha caracterizado la historia costarricense y el ser costarricense.

Los contenidos publicados expresan la opinión del autor y autora, y no necesariamente la visión de la Fundación Konrad Adenauer.

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