Silvia Castillo, periodista
24 mayo, 2022

El uso de tecnología como drones para mapear las fincas, sensores, agricultura de precisión, riego por goteo, y hasta vacas que andan con chips en las orejas, así como la implementación de medidas de adaptación y mitigación, hacen que Costa Rica sea una de las naciones más innovadoras de la región.

Sin embargo, aún hace falta involucrar a la mayoría de los productores, democratizar el acceso a la tecnología y la innovación.

En esta valoración coinciden Felipe Arauz, decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias de la Universidad de Costa Rica (UCR), Jorge Segura, coordinador del programa nacional de ganadería del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), Sacha Treller coordinadora técnica del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Costa Rica y Kenneth Solano, especialista en gestión de proyectos y agronegocios de esta misma institución.

Los sistemas productivos con tecnología de punta que existen en el país son referentes a nivel latinoamericano, y según expresaron los representantes del IICA, constantemente reciben solicitudes de otras oficinas para venir a conocer esas experiencias. Pero, estos sistemas no llegan a todos por igual.

“No se ha logrado llevar esa tecnología de punta a la mayoría de los productores, a los pequeños productores que posiblemente son los que más necesitan mejorar sus capacidades productivas y de rentabilidad porque todavía practican una agricultura muy tradicional”, resaltó Solano.

Los expertos consultados por PolitiKAS en línea aseguran que es mucho más lo que se podría estar haciendo en el sector agropecuario ya que se requiere más financiamiento para que los pequeños productores pueden optar por los avances tecnológicos, es necesario trabajar en el relevo generacional de los agricultores y ganaderos, y que la agenda de los centros de investigación en el país, ubicados dentro o fuera de las universidades, sea marcada por las necesidades y problemas de los productores, con un enfoque más productivo y menos académico.

Además, se debería aprovechar aún más la biodiversidad, tanto terrestre como marina, para producir mayor cantidad de biocontroladores y bioinsumos que permitan disminuir el uso de plaguicidas. Costa Rica ha llegado a ocupar el primer lugar a nivel mundial con la aplicación de hasta 18,2 kilogramos de agroquímicos por hectárea.

Los expertos fueron consultados sobre el tema por PolitiKAS en línea, como parte de la celebración del Día del agricultor y la agricultora que se realiza en Costa Rica el 15 de mayo y que busca honrar a los que trabajan en la tierra y proporcionan el alimento.

Modelo de conservación y mitigación

Costa Rica ha sido también modelo de protección del medio ambiente, conservación y mitigación del cambio climático, lo que, según explicaron los especialistas, ha logrado combinar con la producción agropecuaria sin menoscabar su crecimiento.

El país logró desde la década de los años 60 contar con leyes claras y visionarias que han dado la pauta para sentar las bases de una convivencia entre el bosque y el sector agropecuario. A diferencia de otras naciones, la legislación permitió generar un ordenamiento territorial basado en información científica.

Costa Rica fue además pionera en programas como las NAMAs del sector agropecuario, los programas de pagos por servicios ambientales, así como las estrategias de descarbonización, entre otros, que de forma directa o indirecta han beneficiado al sector. Las NAMAs son Medidas de Mitigación Nacionalmente Apropiadas, acrónimo del inglés para Nationally Appropriate Mitigation Actions.

Según explicaron los expertos, el productor agropecuario tiene claro que el bosque y la conservación le ayudan a mitigar y prevenir desastres, a contar con suelos más fértiles y posicionarse en mercados que buscan productos provenientes de sistemas productivos responsables. En el país se han promovido sistemas agroforestales y silvopastoriles, que han demostrado ser productivos y generar diversas fuentes de recursos a los productores.

“Ya eso está en el ADN de los costarricenses. Sabemos que la protección de los bosques es algo importante por muchas razones y una de ellas es que el bosque ofrece servicios ambientales incluso para la misma agricultura, lo que es conservación del agua, aporte de polinizadores, insectos benéficos que se alimentan de insectos plagas…”, explicó Felipe Arauz.

Arauz detalló que la frontera agrícola se ha venido limitando, pero también la producción se ha vuelto más eficiente, más productiva. Agregó que, si se compara el censo agropecuario de 1983 y el del 2014, se observa cómo las áreas dedicadas a la producción agrícola son similares, sin embargo, la producción es mucho mayor.

Según manifestó el decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias, la agricultura tiene una relación tripartita con el cambio climático. Primero porque es víctima (por ejemplo, con sequías e inundaciones que impactan la producción). En segundo lugar, porque es en parte responsable del cambio climático al producir gases de efecto invernadero como el óxido nitroso y el metano.

El tercer elemento de esta relación tripartita es que en la agricultura está una parte importante de la solución al cambio climático. ¿Por qué? Por la capacidad de las plantas de almacenar el carbono en el suelo. “Eso lo hacen todas las plantas, no solamente los árboles”, destacó el experto, quien agregó que el sector ganadero también trabaja desde el 2014 en una estrategia de ganadería sostenible, la NAMA ganadería.

Las acciones realizadas en la NAMA ganadería, explicó Jorge Segura, del MAG, son ejemplos de que se puede intensificar en menos área la producción de la mano de la conservación y de la rentabilidad. “Porque solo conservar por conservar no tiene sentido. Nosotros tenemos como Estado la responsabilidad de encontrar ese balance, entre conservación y producción”, expresó Segura.

El sector ganadero costarricenses aporta una gran área a la conservación, casi un millón de hectáreas (18% del territorio) están en bosques ganaderos, según datos del Censo Nacional Ganadero del 2015 (Cenagro). Además, hay 20 millones de árboles en potreros y 1.820 fincas de ganado tienen casi 2.000 kilómetros de cercas vivas.

Democratizar la innovación

Los cuatro expertos consultados coinciden en que el país debe democratizar la innovación, para llevar la tecnología de punta a los pequeños productores que posiblemente sean quienes más lo necesitan para ser más productivos y rentables.

Según explica Kenneth Solano del IICA, estos productores se enfrentan a dos problemas: la brecha digital -pues desconocen cómo utilizar la tecnología- y la falta el financiamiento para poder adquirirla.

“Es necesario también que haya instrumentos financieros dirigidos específicamente a la innovación, para que esto ocurra, que, si alguien se va a meter en usar riego de precisión y el equipo es muy caro, pues que se le financie a una tasa más baja que al financiamiento normal”, expresó Arauz de la UCR.

Los representantes de IICA destacaron también la necesidad de fortalecer las alianzas público-privadas por medio de diversas actividades que logren un acercamiento con posibles fuentes de financiamiento de instituciones productivas del sector privado.

El MAG, según detalló Segura, reconoce esta barrera del financiamiento y por ejemplo, cuenta en la NAMA ganadería con una línea de crédito específica, al 6% con plazos de pagos distanciados hasta por dos años, con tecnologías probadas. Trabajan con el BAC, el Banco de Costa Rica, el Banco Nacional y Coocique. Este programa incluye asistencia técnica por parte del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). También ofrecen microfinancieras, por ejemplo, en la cooperación para el desarrollo sostenible hay una línea específica para la parte de adaptación al cambio climático.

Para superar la barrera del conocimiento cuentan con 75 escuelas de campo, donde el productor asiste para aprender de otros productores. “Es un modelo de educación de adultos que nos ayuda a poder hacer ese cambio tecnológico”, explicó Segura.

El uso de tecnología de punta también vendría a resolver otra preocupación del sector y es el llamado relevo generacional de los productores, que otro como prefiere llamarlo Segura, inclusión generacional. “Que el hijo del productor se enamore de esa actividad, y que esa actividad sea rentable porque si no es rentable nadie va a querer estar en un negocio para perder”, explicó el funcionario del MAG.

“Los jóvenes son muy tecnológicos y ese tema de la tecnología incluso vuelve la producción un poquito más atractiva para ellos, pero el relevo generacional se va a dar si la agricultura resulta más rentable. Tiene que ser no solo muy productiva sino también que se les pague un precio justo a los productores”, resaltó Arauz.

Dejar atrás excesivo uso de agroquímicos

Uno de los principales retos del país para ser más innovador es dejar atrás el uso excesivo de agroquímicos.
En Costa Rica se producen cientos de toneladas de biomasa que no se están aprovechando para producir no solo biofertilizantes sino también otros productos como bioplásticos y biocombustibles. Por ejemplo, cada hectárea de piña produce unas 200 toneladas de biomasa, expresó Arauz, quien considera que se llevan a cabo muchas iniciativas para implementar métodos productivos más amigables con el ambiente, pero “no en la escala que uno quisiera”.

En el país, narró, existen biofábricas, que producen ese tipo de microorganismos que podrían sustituir a los fertilizantes químicos y plaguicidas. “Yo veo oportunidades ahí para aprovechar esa biodiversidad tanto terrestre como marina para realmente obtener cosas que nos ayuden a reducir la carga de plaguicidas”, expresó.

Sacha Treller y Kenneth Solano del IICA, coinciden en que el uso de bioinsumos puede ser una respuesta a esa problemática y además permitirían evitar pagar los altos costos que tienen los insumos químicos actualmente debido a la guerra entre Rusia y Ucrania.

“Creo que el país ha avanzado de manera importante. Hay sectores que han avanzado más que otros, ya usan bioinsumos, por ejemplo, el café, pero todavía necesitamos mejorar la validación de estas moléculas y el tema de la formación por parte de productores y técnicos para un uso más adecuado”, manifestó Treller.

Otra iniciativa que podría reducir esa carga de plaguicidas es un mejor manejo de la información en el campo, con la ayuda de herramientas que pueden indicarle al productor en qué áreas es necesario utilizarlos y cuándo.
Arauz por su parte expresó que otro componente para reducir el uso excesivo de los plaguicidas es registrar los productos de última generación, los cuales responden a las presiones de los consumidores de países europeos como Alemania, quienes piden productos cada vez más seguros. Esta presión, explicó, ha obligado a la industria agroquímica a producir productos que se usan en dosis más bajas y con una toxicidad cada vez menor.

El decano fungió como ministro de Agricultura y Ganadería (2014-2018) y en el 2017 publicó un decreto con ese fin, pero fue impugnado en la Sala Constitucional. En el gobierno de Carlos Alvarado (2018-2022) se firmó el Decreto Ejecutivo N° 42769-MAG-S-MINAE, cuyo objetivo es similar: regular y agilizar el registro de Ingrediente Activos Grado Técnico (IAGT) de agroquímicos.

“Si combinamos estas tres cosas: registro de moléculas de última generación, agricultura de precisión y practicas agroecológicas, podemos reducir a la mitad el uso de plaguicidas en muy poco tiempo”, dijo Araúz.

Los cuatro expertos también coinciden en la necesidad de conciliar las agendas de investigación con la necesidad de los productores y transferir el conocimiento que se produce en los centros de investigación a los agricultores.
“Muchos centros de investigación están realizando investigaciones no precisamente en lo que los productores necesitan y más pensando en publicaciones científicas, papers, y cosas por el estilo, y eso no está permitiendo que se resuelvan los problemas agrícolas”, destacó Solano del IICA.

Arauz y Segura resaltaron además la necesidad de que se brinde capacitación a los funcionarios de estos centros de investigación para conseguir fondos internacionales.

“Si nos quedamos cruzados de manos esperando que el Estado nos vaya a dar plata para hacer investigación tal vez no va a suceder. No es una prioridad en este momento por la situación fiscal”, aseveró Segura.

Los contenidos publicados expresan la opinión del autor y autora, y no necesariamente la visión de la Fundación Konrad Adenauer.

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